La pandemia nos ha provocado, además de una gran fatiga mental para muchos sectores de la población, una sensación de soledad en numerosas personas mayores. Son tiempos de COVID-19, donde se ha acentuado los hogares unipersonales a causa de la pandemia.
Son momentos de intentar conectar generaciones tras casi 18 meses de pandemia, en los que mucha gente ha sufrido la soledad en silencio. Un aislamiento que ahonda más en la delicada situación de miles de personas mayores que se mueren en vida en sus casas.
La sensación de soledad y desamparo fue uno de los motivos que llevó a Carmen Salcedo, viuda, de 75 años, sin hijos ni nietos, a apuntarse al programa Adopta un Abuelo.
El verdadero objetivo de este programa es que nuestros mayores puedan sentirse un poco más acompañados y escuchados. A su vez, las personas que participan aprenden valores y experiencias durante las llamadas telefónicas o, desde hace poco tiempo, con las visitas presenciales.
Carmen Salcedo es el claro ejemplo de abuela que está teniendo una experiencia enriquecedora con este programa. La anciana está más que satisfecha por cómo le ha cambiado la vida en los últimos tiempos. Así, cuentan desde el programa de adopción que a Carmen le ha venido fenomenal este tipo de ayuda.
«Se trata de una mujer con mucha necesidad de expresarse, de socializar, hacer actividades y se apunta a un bombardeo. Hace terapia de memoria, talleres de manualidades, acude al huerto, hace rehabilitación, fisioterapia y tiene muy buena actitud». Así lo explica en ABC la directora de la residencia Casaverde Villamanta, donde esta abuela reside, Lydia Morales.
Adopta un Abuelo, explicado por la experiencia de Carmen Salcedo
«Está encantada con su adoptante. Se eligieron mutuamente, tienen unas conversaciones estupendas y por fin, ahora que está vacunada, podrán conocerse físicamente. La adoptante podrá venir a hacer actividades con todos nosotros e, incluso, llevarse a Carmen al pueblo a tomar algo», explica.
La realidad es que ha sido todo un sueño lo que le ha sucedido a Carmen. «Estaba muy bien viviendo en mi casa sola, los vecinos y los amigos me ayudaban y me venían a ver de vez en cuando. No quería venir a la residencia, pero por motivos de salud tuve que aceptar una estancia temporal y ahora no quiero volver a casa a quedarme sola nunca más», asegura.
«Nos quiere mucho y tenía a su alrededor a un grupo de gente que la ayudaba, pero aquí tiene una familia y está acompañada todos los días. Estamos muy pendientes de ella y eso ha supuesto un antes y un después en su vida», cuenta Lydia Morales. Ella es la directora de la residencia Casaverde Villamanta donde Salcedo reside.
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